El periodismo y sus compromisos
(Articulo de García Montero publicado en "público.es"
El periodismo es una de las profesiones más desprestigiadas
en los debates sobre la actualidad. Sólo la política sufre más
descalificaciones y levanta más sospechas en las barras de
los bares. Este malestar no puede abordarse como una simple
inquietud gremial, porque el periodismo y la política son los dos
ejercicios más importantes para que sea posible una verdadera
democracia. Por eso hay que andar con cuidado a la hora de
hacer los diagnósticos. Junto a los errores de periodistas y
políticos, habrá pues que tener en cuenta los intereses de los
que quieren desacreditar las raíces de la democracia para que
nadie vigile o regule sus abusos.
Los trabajadores de Telemadrid han protagonizado una de las
luchas más admirables de la democracia española. Un
movimiento parecido se está dando también entre el personal
de RTVE. Conviene aplaudir este proceso. Si el trabajo decente
es el mayor factor de regeneración democrática, los conflictos
laborales deben plantearse desde una conciencia clara de que
el salario justo es inseparable de la dignidad de los oficios, es
decir, de su compromiso con la sociedad.
La democracia necesita una información veraz e independiente.
Un país sólo puede asegurar este tipo de información a través
de los medios públicos. La prensa privada tiene sus propios
intereses. Más o menos profesionales, más o menos rigurosos,
dependen de su línea editorial y de una dirección que responde
a las intenciones de sus propietarios.
Los inicios del periodismo estuvieron marcados por los partidos
políticos que deseaban contar con medios de comunicación al
servicio de sus consignas y sus calumnias. Después las cosas
cambiaron, y fueron algunos medios de comunicación los que
quisieron tener partidos políticos a sus órdenes. Medios y
partidos han caído finalmente sin pudor en manos de las élites
económicas interesadas en crear las realidades: las corrientes
de opinión necesarias para establecer sus dominios y eliminar
las posibles alternativas.
Nada como un proceso electoral para comprobarlo. La realidad
está ahí, pero la poderosa capacidad de las élites define una
lectura popular de esa realidad. El poder mediático crea en pocos
meses partidos, provoca rupturas, agita escándalos seleccionados
y reparte protagonismos de forma meditada.
Ni siquiera los nuevos medios digitales escapan a sus prácticas.
A veces son incluso peores que los medios tradicionales, porque
no cuentan con la ayuda pudorosa de su experimentada memoria
profesional.
Hay periódicos que parecen boletines oficiales de un partido político.
Los silencios y los aplausos en versión informativa convierten las
redacciones en un gabinete de prensa particular. No es ya que los
medios tengan una línea ideológica, es que preparan sus páginas
o sus tertulias con el mismo cálculo que gastan las organizaciones
políticas para establecer sus argumentarios. Son manuales de
recetas informativas.
Los buenos profesionales intentan no ahogarse en este aire
contaminado. Hay muchos buenos periodistas, uno puede
encontrarlos hasta en los medios más sectarios o más
desprestigiados. Hacen lo que pueden, pero la verdad es que
pueden poco. Resulta difícil trabajar en las condiciones de deterioro
que ha impuesto el poder económico sobre el periodismo.
El intento de regular la información privada por los poderes públicos
no es admisible. Abriría enseguida las puertas a la censura y
desembocaría en un ataque metódico a la libertad de expresión.
Por eso no queda otra que apostar de forma decidida por unos medios
de comunicación pública capaces de asegurar su independencia más
allá de los intereses de los gobiernos de turno. Y por eso son tan
admirables los trabajadores de Telemadrid.
Periodistas, técnicos y administrativos de Telemadrid reaccionaron
cuando el PP quiso hacer de ellos unos correveidiles de sus consignas.
Desde entonces se han enfrentado a amenazas, despidos y
externalizaciones. El conflicto laboral, la defensa legítima de sus
derechos como trabajadores, no les ha hecho olvidar que sus demandas
nacieron unidas a la defensa de la información pública y veraz,
no manipulada, que necesita la democracia. Los trabajadores de
Telemadrid han elaborado por su cuenta un plan de viabilidad económica
y un marco legal de actuación independiente que suponen una reflexión
modélica sobre la palabra “público”. El estudio se titula: “Ente público
Radio Televisión Madrid. Un modelo de servicio público”.
El poeta Allen Ginsberg escribió en forma de aullido una famosa confesión:
“He visto las mejores cabezas de mi generación destruidas por la locura…”.
Todos hemos visto en estos meses muchas cosas y muchas buenas
cabezas asaltadas por la vanidad, o por la inmadurez política, o por la
melancolía, o por la fascinación ante lo nuevo, bailando siempre al ritmo
que dictan las élites. Por eso me parece ejemplar la lucha de Telemadrid.
Deberíamos encontrar la manera de que nuestras vanidades, nuestras
melancolías y nuestro esnobismo estuviesen al servicio de esta gente y
no a las órdenes descaradas de los magnates de la información.